En la oscuridad que precede el amanecer, trabajadores sociales avanzan lentamente por un estrecho camino que divide dos vastas favelas, entrando a un paisaje dilapidado conocido como "tierra del crack", donde calles cubiertas de casuchas derrumbadas, pilas de escombros y basura sirven como mercado de crack.
Los trabajadores miran detrás de pedazos de cartón, en rincones ocultos por hierbas altas, por drogadictos que emergen, confusos, de entre mantas raídas. Algunos pelean y se van. Una joven frenética, con la enorme barriga mostrando el embarazo, comienza a llorar y a halarse el cabello mientras policías protegiendo el área tratan de calmarla.
"Calma, Taine, calma", le dice un policía. "Mírame, soy yo". Unas dos décadas después de que Estados Unidos saliese de lo peor de su epidemia de crack, las autoridades brasileñas están viendo como la barata droga se extiende por su país. Y tienen muchos menos recursos para lidiar con ella. Ningún rincón de Brasil se ha salvado.
Un reciente sondeo de la Federación Nacional de Condados concluyó que 98 por ciento de ellos habían registrado tráfico o consumo de crack.
En Sao Paulo, el primer lugar de Brasil en tener un gran mercado para el consumo de la droga en los noventa, las confiscaciones policiales de crack subieron de 595 kilos en el 2006 a mil 636 kilos en el 2009, de acuerdo con la policía federal.
En Rió, los arrestos relacionados con el crack aumentaron de 546 en el 2009 a 2 mil 597 en el 2010, de acuerdo con la unidad de investigaciones del departamento de seguridad pública.
Esa alza ocurrió en momentos en que el consumo de la droga comenzó a bajar en Estados Unidos. De acuerdo con el Reporte Mundial de Drogas de la ONU en el 2001, una reducción de los suministros provenientes de México hizo subir los precios por más de 80 por ciento entre el 2006 y el 2009. Mientras, Brasil se volvió el principal país de tránsito para la cocaína que proviene de las naciones productoras andinas en ruta a Europa, dice el reporte.
Con una economía en crecimiento luego de años de hiperinflación, los brasileños además tienen más dinero disponible para gastarlo en drogas.
Muy pronto, más crack estaba siendo confiscado en Brasil que en Estados Unidos. El reporte de la ONU indica que 163 kilos fueron confiscados en Estados Unidos en el 2009, apenas 10 por ciento de lo que la policía de Sao Paulo dice se confiscó en ese estado.
"Para nosotros los médicos, hay una epidemia de crack", dijo Ricardo Paiva, que ha estado monitoreando la diseminación de la droga para el Consejo Nacional de Medicina. "Sentimos que estamos perdiendo la guerra".
Una batalla mortífera
Estudios de la Universidad de Sao Paulo muestran que luego de cinco años, una tercera parte de los consumidores de crack había muerto, en su mayoría a causa de violencia.
Un plan del gobierno federal para combatir la droga fue firmado en mayo del 2010, con un presupuesto de 253 millones de dólares. Críticos dijeron desde el inicio que los recursos no eran suficientes.
Un año más tarde, la implementación anda atrasada. De los fondos presupuestados, solamente han sido asignados 57 millones, y de esos, solamente tres millones han sido gastados. "Ha sido pura retórica", dijo Paiva. "Se trata de un grave problema de salud, y el gobierno no puede estar ausente".
Llamadas telefónicas y mensajes electrónicos al departamento federal de control de drogas, bajo el Ministerio de Justicia, no recibieron respuesta, aunque las autoridades coinciden en que la situación es crítica.
En recientes declaraciones ante el Congreso, Pedro Delgado, coordinador del Ministerio de Salud para salud mental, drogas y alcohol, dijo que existen unos 600 mil consumidores de crack en el país.
Droga barata
El crack es lo suficientemente barato -tres dólares por roca- para llegar a los niños de la calle, los desempleados y otras personas que viven en extrema pobreza. La adicción empeora la marginalización y pone sus vidas en peligro, le dijo Delgado a representantes.
En una reciente batida en el mercado de crack entre las favelas de Manguinhos y Mandela en Río, la policía y trabajadores sociales recogieron a unos 58 adictos que estaban viviendo en las calles.
Diez eran adolescentes o niños. Al menos tres mujeres tenían estado avanzado de embarazo. Todos tenían poca educación, poco o ningún acceso a atención médica y ningún contacto con programas sociales que pudiesen ayudarles.
Sentada al sol a unos pocos metros de la pila de drogas y armas confiscadas en la redada, Pricila Nascimento comía galletas acompañadas con una soda. De apenas 17 años, lucía las marcas de cuatro años viviendo en la calle: Ausencia de algunos dientes y un par de largas cicatrices en las piernas.
Uno de ocho niños, estudió apenas hasta el quinto grado, tras lo cual se fue de casa. En las calles conoció a un joven que vendía drogas y la introdujo al crack, primero mezclado con mariguana o tabaco, después puro.
Ya no sabe siquiera dónde viven sus padres. "Mi mamá me enseñó a cuidarme" , dijo. Ella mendiga y a veces roba. "Te aseguro que nunca paso hambre".
Hasta marzo, menores como Nascimento eran recogidos por la policía y casi inmediatamente dejados en libertad. Los adictos a crack que viven en las calles son a menudo víctimas de golpizas y abusos sexuales, y las niñas se prostituyen a cambio de poder inhalar crack de una pipa de un hombre, dice Valeria Aragao, jefa de la sección juvenil de la policía.
Aragao y Rodrigo Bethlem, jefe municipal de bienestar social, colaboran con la policía en un programa piloto que busca cambiar la situación, al menos para los menores. "Cuando padres no pueden cuidar a sus hijos, el bienestar de éstos es responsabilidad de todos" , dijo Aragao.
"Tenemos que garantizar su derecho a dignidad y la vida". Los niños y adolescentes recogidos desde el 31 de marzo están siendo devueltos a sus familias, si pueden ser encontradas, o colocados obligatoriamente en centros de tratamiento establecidos especialmente para ellos.
Centros de apoyo
Cuatro centros con 145 camas en total han sido establecidos para el programa, y hay planes para otros 40. A los adultos se les ofrece tratamiento, pero no se les obliga a vivir en los centros. "Se trata de un problema social, un problema de salud, no solamente de seguridad pública", dijo Bethlem. "Ha habido un abandono real, una ausencia del estado. Estamos tratando de cambiar eso".
Lo que las autoridades de Río tratan de evitar es la complacencia que creó esos mercados públicos de crack en Sao Paulo. "No podemos comenzar a pensar que es común, aceptable, tener a personas viviendo así", dijo Bethlem.
En el corazón de Sao Paulo, un área de unas mil manzanas es el mayor ejemplo del problema del crack en Brasil. Los adictos se reúnen en grupos de centenares o se separan en grupos más pequeños para fumar sus rocas.
Una tarde reciente, un hombre de 23 años, que solamente se identificó como Mario, yacía en una sucia acera, desnudo bajo una manta gris. El hombre dio un chupe a su pipa casera y de disculpó por mal olor que él tenía. "Me oriné, pero no puedo limpiarme". Mario es parapléjico y levanta la manta para mostrar dos piernas encogidas. Él usa una silla de ruedas, pero se la robaron cuando estaba dormido, así que no puede ir a ninguna parte a bañarse.
El alcalde de Sao Paulo dijo recientemente que estaba estudiando la posibilidad de internar forzosamente a gente como Mario. Críticos dicen que eso no va a resolver el problema, sino solamente esconderlo.
¿Qué proponen?
Walter Maierovitch, un ex jefe de la agencia antidrogas que continúa investigando y escribiendo sobre el tema, propone programas que ofrezcan a adultos un lugar seguro para usar drogas, además de acceso a servicios de salud y otros programas. "Insistir en programas que demandan abstinencia no resulta" , dijo.
"El gobierno no puede simplemente barrer a la gente". En Río, incluso la mirada más breve a las vidas de los niños adictos al crack revela la magnitud del reto.
Junios Gomes de Santos, un adolescente inquieto y sumamente flaco, está sentado lejos del grupo rodeado por la policía y trabajadores sociales. Es pequeño y parece más joven que sus 14 años. Tiene los ojos amarillos e irritados.
La historia que cuenta puede ser la de muchos niños aquí: se escapó de su casa porque su padre lo golpeaba. No se acuerda cuándo comenzó a consumir crack. Un primo suyo le enseñó la droga. Puede escribir su nombre, pero no mucho más. Sabe que lo van a llevar a un albergue, pero no planea quedarse.
"Voy a comer, beber y me voy, de regreso adonde estaba", dijo. Sabe que es peligroso, pero no le importa, dice. "De este mundo no me llevo nada" , dice, esbozando una sonrisa inquietante. "Solamente un féretro, como recuerdo".
Psic. Carlos Alberto Robles Montoya
lunes, 18 de julio de 2011
Compartiendo la vida con los huicholes.
POTRERO-LA PALMITA, Nayarit.- Ese rayo, del que vimos salir fuego, alumbró nuestra penumbra. Las tres brincamos de miedo. Una fuerte tormenta cae sobre la Sierra Madre Occidental. Entre truenos, el cricar de los grillos, el croar de los sapos, el rebuznar del burro y el zumbar de los zancudos empieza la historia de Marina, huichola de 45 años a la que hoy le ha tocado cuidar el Centro Ecoturístico Tawexikta ("lugar del sol" en lengua wixaritari). La luz del sol se marchó a las siete de la tarde y con él la electricidad de los paneles solares. Esta noche sólo la tormenta eléctrica, veladoras y una lámpara alumbran nuestros pasos.
Marina dice que el agua llega hasta las montañas, gracias a Takutsi Nakawé, la gran Madre. Ella es una de sus principales deidades, la que se encarga de hacer crecer el maíz, de poner "verdecita" toda la sierra y volver la tierra fértil para que los mangos, los papayos, los ciruelos, las cactáceas, los pinos y los cedros crezcan, embelleciendo ese paisaje envuelto por grandes cerros y una presa llamada Aguamilpa. Es ahí donde los niños se divierten nadando y compitiendo por el mejor clavado, donde las mujeres blanquean la ropa restregándola sobre las rocas. ¿Y los hombres? "Ellos se hacen más pa'allá, se van a la islita a pescar", responde Marina.
La plática nos ha abierto el apetito. "Vénganse vamos a tortear para cenar". Cruzamos el comedor casi corriendo, los zancudos parecen también hambrientos, revolotean por todos lados. Para evitar los piquetes apagamos todo objeto que emita luz. En la cocina, la leña arde y cruje, el comal está listo para ver a Marina en acción, parece que ella sí sabe convivir con los bichos.
Tortear no es devorar un bolillo, es hacer tortillas, y lo realizan únicamente las mujeres. Las tortillas son uno de sus alimentos básicos, así que tortean tres o cuatro veces al día. Es una obligación, pero también una habilidad saber mezclar Maseca, harina y agua; amasar, hacer bolitas y, entre palmadas, formar la tortilla que va directo al fogón. "Deben quedar delgaditas y grandes", me explica Marina en mi intento fallido de tortear. Mañana practicaré de nuevo la técnica y hasta prepararé la cena.
El vapor levanta la tapa de la olla. El café está hirviendo, la canela que le ha puesto para darle sabor ya impregnó el ambiente. El aroma se ha fijado hasta en nuestras ropas. En menos de media hora tenemos tortillas y huevos revueltos con nopales. Alma, mi compañera, quiere cooperar y se anima a martajar la salsa. Los jitomates y chiles se hirvieron para ver su final en un molcajete. Ahora sí, la cena está lista. Marina sigue contando su historia.
Antes de pasar la primera noche en esta comunidad huichola, ya sabemos que ahí viven 50 familias, que los hombres mantienen los hogares, aunque para ello se tengan que ir de casa por casi una semana; las mujeres se dedican a elaborar artesanías y a mantener limpio el hogar; los niños estudian hasta la preparatoria porque no hay más. Ese día el hijo de Marina se ha graduado de la secundaria. Ella se siente orgullosa de que concluya sus estudios.
El chico bailará El Fantasma de la Ópera, con todo y máscara. La fiesta se hizo en grande, Marina hasta nos convidó del cebiche de camarón y el pollo en pipián que le cocinó a su comadre, la que le compró el atuendo a su hijo.
Crisis nocturna
La tormenta nos da tregua para correr a nuestra cabaña. Al abrir la puerta vemos que alguien ha entrado para encender dos veladoras y cubrir nuestras camas con pabellones y así poder descansar sin que los insectos hicieran de las suyas. Pero fue demasiado tarde. Cómo batallamos. Ni el raidolito, ni las aplicaciones del celular, ni las veladoras, ni el pabellón los ahuyenta. El adobe de las paredes atrapó todo el calor del día, así que la temperatura es otro factor que impide nuestro descanso.
Vislumbramos el alba. La humedad nos despierta antes de que cante el gallo. Buscamos un respiro de aire fresco pero es imposible, sólo sentimos ese calor de 25° C, al menos es lo que alcanzo a ver en la pantalla de mi celular antes de que se agote la batería. La luz sigue brillando por su ausencia.
Son las seis de la mañana. Como caída del cielo aparece Ernestina, la joven administradora de las cabañas. Mientras trenza su larga y negra cabellera, pregunta que cómo pasamos la noche. Ante nuestras quejas sonríe y dice que no aguantamos nada. Ella ni siquiera tiene pabellón y su rostro se ve tan descansado y su cuerpo libre de piquetes, que hasta envidia nos da.
Queremos estar bañaditas para el desayuno. Las cocineras Bartola y Tere no tardan en llamarnos. De la regadera no cae ni una gota. Los rayos del sol aún no aparecen para cargar de energía y echar a andar la bomba de agua, así que nos aseamos como Ernestina, Marina, Bartola y todas las personas que habitan la comunidad, a jicarazos de agua fría que sacan de una pileta. Dos botes son suficientes para Alma y para mí. Ni siquiera titiritamos, ese chapuzón frío es una bendición para librarnos del sudor nocturno y despertar por completo.
Ernestina enciende el altavoz y golpea tres veces el micrófono. De una bocina sale el anuncio que transmitirá a toda la comunidad. El llamado me recuerda a los que hacen en los supermercados. "Queremos felicitar a Mónica, quien hoy cumple 16 años. Hoy que sales de los 15...", la risa de Ernestina interrumpe el mensaje, ya no sabe que más decir, mejor enciende su radio y suenan las clásicas Mañanitas. La voceada le ha costado al papá de Mónica cinco pesos.
Después del desayuno -arroz y bistec a la mexicana-, Ernestina vocea a las artesanas y al marakame, el chamán del pueblo. Los cita en la plaza, ahí donde las mujeres exhiben su trabajo, que nos parece todo un arte, y donde a nosotras no nos importa gastar.
Para ir a comprar tenemos que salir del centro ecoturístico, conformado sólo por cuatro cabañas y un comedor general. Ernestina nos acompaña y a nuestro andar se unen Estrellita (seis años) y Elvia (12 años), sobrinas de Marina. Ellas llevan en su morralito lo que nos quieren vender.
Ojos maravillados
Las mantas de algodón, sobre el piso o en tablas de madera, se han extendido. Lo que a veces vemos tras una vitrina de alguna tienda, hoy está a nuestro alcance, no sólo físicamente, también de nuestro bolsillo. Anillos, collares, aretes, llaveros, pulseras, blusas bordadas, bolsas tejidas en estambre, jícaras y cuadros, todo hecho a mano.
Hoy sólo han venido 10 artesanas. Examinamos puesto por puesto. Alma se sorprende con las pulseras. Marina ya nos había dicho que para hacer una se llevan hasta una semana, depende de que tan grande sea. Delicadeza, color y exactitud es lo primero que resalta en sus diseños. Cada chaquira es cosida una por una, hasta formar la figura deseada. La mayoría tienen la flor del híkuri (peyote), es la cactácea que los representa, la que ellos consideran su guía espiritual.
El híkuri también se plasma junto al venado (marratutuyari), su animal sagrado. Dice la leyenda que cuatro jóvenes marcharon de la sierra (representando a los cuatro elementos naturales) hacia el Wirikuta, centro sagrado de los huicholes ubicado en Real de Catorce, para pedirle a Dios lluvias y sustento.
Tras varios días de caminata y sin fuerzas para continuar, apareció un venado. Los jóvenes lo persiguieron, sería su alimento, pero el animal desapareció sin dejar rastro alguno. De pronto uno lanzó una flecha que fue a caer en una gran figura de venado formada en la tierra con plantas de peyote. Todas juntas brillaban con el sol, como si fueran esmeraldas. Confundidos, decidieron cortar las plantas y llevarlas a su pueblo. Comenzaron a repartir el peyote a todas las personas, mismo que los curó alimentó y les quitó la sed.
El Ojo de Dios, que también encontramos como artesanía, es un instrumento religioso y de protección. Representa los cuatro puntos cardinales, todos se juntan en el centro, en el "fuego viejo". Los padres tienen que elaborar un "ojo" cada año a los niños recién nacidos, para que los proteja por cinco años consecutivos.
En el centro artesanal hemos gastado un aproximado de mil pesos. Inversión que no pesa, pues adquirimos pulseras, collares, anillos, Ojos de Dios, cuadros tejidos con estambre y tacuats, morrales tejidos que acostumbran llevar todos, incluido Aurelio, el chamán. Ahí guarda las muvieris (flechas de bambú con plumas de aguilillo). Y con éstas nos va a limpiar.
Aurelio nos lleva al caliguey, el cuarto de las limpias. No mira a los ojos, sólo se concentra en pasar, una y otra vez, por cara, brazos, cabeza, pecho y piernas, las muvieris. Balbucea y sopla las plumas. En 10 minutos estoy "limpia". El mal que me ha curado lo sabré mañana, pues es durante la noche, ayudado de la luna y unas velas, que Aurelio sabe lo que sacó de mi alma. El costo es de cooperación voluntaria.
El resto del día se nos va entre clases de huichol, que nos dan Estrellita y Elvia. Vendrán después las lecciones para aprender a elaborar artesanías en chaquira. Marina nos llevará a su casa y nos invitará agua de Jamaica. La flor la corta de su sembradío. También recolectará algunas frutas. Antes de que llegue la noche y la luz se vuelva a ir, conoceremos a doña Lupita, la mujer de más edad en toda la comunidad.
Los truenos anuncian otra noche de lluvia torrencial. Los insectos ya no harán de las suyas, hemos colocado el pabellón sobre nuestras camas y encendido el raidolito a tiempo. La velada la animamos con café, quesadillas y, al final, una cerveza con la que Marina nos dice adiós y espera vernos volver.
Marina dice que el agua llega hasta las montañas, gracias a Takutsi Nakawé, la gran Madre. Ella es una de sus principales deidades, la que se encarga de hacer crecer el maíz, de poner "verdecita" toda la sierra y volver la tierra fértil para que los mangos, los papayos, los ciruelos, las cactáceas, los pinos y los cedros crezcan, embelleciendo ese paisaje envuelto por grandes cerros y una presa llamada Aguamilpa. Es ahí donde los niños se divierten nadando y compitiendo por el mejor clavado, donde las mujeres blanquean la ropa restregándola sobre las rocas. ¿Y los hombres? "Ellos se hacen más pa'allá, se van a la islita a pescar", responde Marina.
La plática nos ha abierto el apetito. "Vénganse vamos a tortear para cenar". Cruzamos el comedor casi corriendo, los zancudos parecen también hambrientos, revolotean por todos lados. Para evitar los piquetes apagamos todo objeto que emita luz. En la cocina, la leña arde y cruje, el comal está listo para ver a Marina en acción, parece que ella sí sabe convivir con los bichos.
Tortear no es devorar un bolillo, es hacer tortillas, y lo realizan únicamente las mujeres. Las tortillas son uno de sus alimentos básicos, así que tortean tres o cuatro veces al día. Es una obligación, pero también una habilidad saber mezclar Maseca, harina y agua; amasar, hacer bolitas y, entre palmadas, formar la tortilla que va directo al fogón. "Deben quedar delgaditas y grandes", me explica Marina en mi intento fallido de tortear. Mañana practicaré de nuevo la técnica y hasta prepararé la cena.
El vapor levanta la tapa de la olla. El café está hirviendo, la canela que le ha puesto para darle sabor ya impregnó el ambiente. El aroma se ha fijado hasta en nuestras ropas. En menos de media hora tenemos tortillas y huevos revueltos con nopales. Alma, mi compañera, quiere cooperar y se anima a martajar la salsa. Los jitomates y chiles se hirvieron para ver su final en un molcajete. Ahora sí, la cena está lista. Marina sigue contando su historia.
Antes de pasar la primera noche en esta comunidad huichola, ya sabemos que ahí viven 50 familias, que los hombres mantienen los hogares, aunque para ello se tengan que ir de casa por casi una semana; las mujeres se dedican a elaborar artesanías y a mantener limpio el hogar; los niños estudian hasta la preparatoria porque no hay más. Ese día el hijo de Marina se ha graduado de la secundaria. Ella se siente orgullosa de que concluya sus estudios.
El chico bailará El Fantasma de la Ópera, con todo y máscara. La fiesta se hizo en grande, Marina hasta nos convidó del cebiche de camarón y el pollo en pipián que le cocinó a su comadre, la que le compró el atuendo a su hijo.
Crisis nocturna
La tormenta nos da tregua para correr a nuestra cabaña. Al abrir la puerta vemos que alguien ha entrado para encender dos veladoras y cubrir nuestras camas con pabellones y así poder descansar sin que los insectos hicieran de las suyas. Pero fue demasiado tarde. Cómo batallamos. Ni el raidolito, ni las aplicaciones del celular, ni las veladoras, ni el pabellón los ahuyenta. El adobe de las paredes atrapó todo el calor del día, así que la temperatura es otro factor que impide nuestro descanso.
Vislumbramos el alba. La humedad nos despierta antes de que cante el gallo. Buscamos un respiro de aire fresco pero es imposible, sólo sentimos ese calor de 25° C, al menos es lo que alcanzo a ver en la pantalla de mi celular antes de que se agote la batería. La luz sigue brillando por su ausencia.
Son las seis de la mañana. Como caída del cielo aparece Ernestina, la joven administradora de las cabañas. Mientras trenza su larga y negra cabellera, pregunta que cómo pasamos la noche. Ante nuestras quejas sonríe y dice que no aguantamos nada. Ella ni siquiera tiene pabellón y su rostro se ve tan descansado y su cuerpo libre de piquetes, que hasta envidia nos da.
Queremos estar bañaditas para el desayuno. Las cocineras Bartola y Tere no tardan en llamarnos. De la regadera no cae ni una gota. Los rayos del sol aún no aparecen para cargar de energía y echar a andar la bomba de agua, así que nos aseamos como Ernestina, Marina, Bartola y todas las personas que habitan la comunidad, a jicarazos de agua fría que sacan de una pileta. Dos botes son suficientes para Alma y para mí. Ni siquiera titiritamos, ese chapuzón frío es una bendición para librarnos del sudor nocturno y despertar por completo.
Ernestina enciende el altavoz y golpea tres veces el micrófono. De una bocina sale el anuncio que transmitirá a toda la comunidad. El llamado me recuerda a los que hacen en los supermercados. "Queremos felicitar a Mónica, quien hoy cumple 16 años. Hoy que sales de los 15...", la risa de Ernestina interrumpe el mensaje, ya no sabe que más decir, mejor enciende su radio y suenan las clásicas Mañanitas. La voceada le ha costado al papá de Mónica cinco pesos.
Después del desayuno -arroz y bistec a la mexicana-, Ernestina vocea a las artesanas y al marakame, el chamán del pueblo. Los cita en la plaza, ahí donde las mujeres exhiben su trabajo, que nos parece todo un arte, y donde a nosotras no nos importa gastar.
Para ir a comprar tenemos que salir del centro ecoturístico, conformado sólo por cuatro cabañas y un comedor general. Ernestina nos acompaña y a nuestro andar se unen Estrellita (seis años) y Elvia (12 años), sobrinas de Marina. Ellas llevan en su morralito lo que nos quieren vender.
Ojos maravillados
Las mantas de algodón, sobre el piso o en tablas de madera, se han extendido. Lo que a veces vemos tras una vitrina de alguna tienda, hoy está a nuestro alcance, no sólo físicamente, también de nuestro bolsillo. Anillos, collares, aretes, llaveros, pulseras, blusas bordadas, bolsas tejidas en estambre, jícaras y cuadros, todo hecho a mano.
Hoy sólo han venido 10 artesanas. Examinamos puesto por puesto. Alma se sorprende con las pulseras. Marina ya nos había dicho que para hacer una se llevan hasta una semana, depende de que tan grande sea. Delicadeza, color y exactitud es lo primero que resalta en sus diseños. Cada chaquira es cosida una por una, hasta formar la figura deseada. La mayoría tienen la flor del híkuri (peyote), es la cactácea que los representa, la que ellos consideran su guía espiritual.
El híkuri también se plasma junto al venado (marratutuyari), su animal sagrado. Dice la leyenda que cuatro jóvenes marcharon de la sierra (representando a los cuatro elementos naturales) hacia el Wirikuta, centro sagrado de los huicholes ubicado en Real de Catorce, para pedirle a Dios lluvias y sustento.
Tras varios días de caminata y sin fuerzas para continuar, apareció un venado. Los jóvenes lo persiguieron, sería su alimento, pero el animal desapareció sin dejar rastro alguno. De pronto uno lanzó una flecha que fue a caer en una gran figura de venado formada en la tierra con plantas de peyote. Todas juntas brillaban con el sol, como si fueran esmeraldas. Confundidos, decidieron cortar las plantas y llevarlas a su pueblo. Comenzaron a repartir el peyote a todas las personas, mismo que los curó alimentó y les quitó la sed.
El Ojo de Dios, que también encontramos como artesanía, es un instrumento religioso y de protección. Representa los cuatro puntos cardinales, todos se juntan en el centro, en el "fuego viejo". Los padres tienen que elaborar un "ojo" cada año a los niños recién nacidos, para que los proteja por cinco años consecutivos.
En el centro artesanal hemos gastado un aproximado de mil pesos. Inversión que no pesa, pues adquirimos pulseras, collares, anillos, Ojos de Dios, cuadros tejidos con estambre y tacuats, morrales tejidos que acostumbran llevar todos, incluido Aurelio, el chamán. Ahí guarda las muvieris (flechas de bambú con plumas de aguilillo). Y con éstas nos va a limpiar.
Aurelio nos lleva al caliguey, el cuarto de las limpias. No mira a los ojos, sólo se concentra en pasar, una y otra vez, por cara, brazos, cabeza, pecho y piernas, las muvieris. Balbucea y sopla las plumas. En 10 minutos estoy "limpia". El mal que me ha curado lo sabré mañana, pues es durante la noche, ayudado de la luna y unas velas, que Aurelio sabe lo que sacó de mi alma. El costo es de cooperación voluntaria.
El resto del día se nos va entre clases de huichol, que nos dan Estrellita y Elvia. Vendrán después las lecciones para aprender a elaborar artesanías en chaquira. Marina nos llevará a su casa y nos invitará agua de Jamaica. La flor la corta de su sembradío. También recolectará algunas frutas. Antes de que llegue la noche y la luz se vuelva a ir, conoceremos a doña Lupita, la mujer de más edad en toda la comunidad.
Los truenos anuncian otra noche de lluvia torrencial. Los insectos ya no harán de las suyas, hemos colocado el pabellón sobre nuestras camas y encendido el raidolito a tiempo. La velada la animamos con café, quesadillas y, al final, una cerveza con la que Marina nos dice adiós y espera vernos volver.
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martes, 12 de julio de 2011
La belleza esta en el cerebro del que la mira.
Se dice que la belleza, más que en el objeto que miramos, está en los ojos de quien lo mira. Ahora, científicos británicos han comprobado que realmente la belleza es algo subjetivo pero no está en los ojos, sino en el cerebro de quien la mira.
Los investigadores de la Universidad de Londres (UCL) descubrieron que cuando experimentamos algo bello, como una pintura o una pieza musical, se "enciende" una región específica en el cerebro, la corteza orbitofrontal medial.
Esto muestra, dice el estudio publicado en la revista PLoS One (Biblioteca Pública de Ciencia), que la única característica que comparten todas las obras de arte, cualquiera que sea su naturaleza, es que son capaces de producir actividad en esa región del cerebro.
El profesor Semir Zeki y su equipo del Laboratorio Wellcome de Neurobiología de la UCL deseaban descubrir cuáles son las similitudes entre lo que es considerado bello por los seres humanos.
Se sabe que lo que una cultura percibe como hermoso o feo varía drásticamente de lo que es considerado bello o poco atractivo en otras culturas y sociedades.
Y aún entre una misma cultura, una persona elige algo distinto de otra cuando se trata de decidir qué es hemoso.
Hasta ahora, sin embargo, nadie había logrado comprobar si realmente la belleza es algo tan subjetivo.
"El asunto de si existen ciertas características que hagan a los objetos hermosos ha sido debatido durante miles de años tanto por artistas como filósofos, pero no se ha logrado establecer una conclusión adecuada" dice el profesor Zeki.
"También se ha debatido la cuestión de si los humanos contamos con un sentido abstracto de la belleza, es decir, un sentido que estimule en nosotros una misma experiencia emocional poderosa, independientemente de cuál sea la fuente, por ejemplo, una obra musical o visual".
"Pensamos que ya es tiempo de que la neurobiología resuelva estas cuestiones fundamentales" agrega.
Neuroestética
El científico ha estado estudiando en los últimos 10 años un nuevo campo en la neurociencia: la llamada neuroestética, que busca las bases biológicas y neurales de la creatividad, la belleza y el amor.
La idea, dice el investigador, es juntar a la ciencia, el arte y la filosofía para responder a cuestiones fundamentales de lo que es ser humano.
En el nuevo estudio participaron 21 voluntarios, todos de distintas culturas y orígenes étnicos, a los cuales se les presentaron una serie de pinturas y piezas musicales.
Los individuos debían clasificar a cada obra como hermosa, indiferente o fea.
Posteriormente se les presentaron esas mismas pinturas o piezas musicales mientras eran sometidos a un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para medir la actividad en su cerebro.
Los resultados mostraron que una región en la parte delantera del cerebro, llamada corteza orbitofrontal medial, se activaba más cuando los individuos escuchaban una pieza de música o miraban una pintura que habían clasificado previamente como hermosa.
Por el contrario, ninguna región del cerebro se activaba cuando se les presentaba una obra que habían calificado de fea.
La corteza orbitofrontal medial, explican los científicos, forma parte del centro de placer y recompensa en el cerebro, y estudios en el pasado ya la habían asociado con la apreciación de la belleza.
Sin embargo, dice el profesor Zeki, ésta es la primera vez que la ciencia es capaz de demostrar que la misma zona del cerebro se activa tanto con la percepción visual como la auditiva de la belleza en un mismo individuo.
"Esto implica que la belleza realmente existe como un concepto abstracto en el cerebro" afirman los autores.
Arte "bello"
"Cerebro"
Otro resultado interesante que encontraron los científicos fue que la percepción visual de la belleza parece tener un efecto especial en el cerebro.
Cuando los participantes experimentaban la belleza en una pintura se incrementaba también la actividad en otra región del cerebro, el núcleo caudado, que se encuentra cerca del centro del cerebro.
Esta zona ha sido previamente asociada al amor romántico, lo cual, dicen los científicos, "sugiere una correlación neural entre la belleza y el amor".
Otro problema, dice el profesor Zeki, es que "casi cualquier cosa puede ser considerada arte, pero no todo el arte es hermoso".
"Por ejemplo una pintura de Francis Bacon puede tener un gran mérito artístico pero no calificaría como hermosa. Y lo mismo puede decirse de algunos de los compositores clásicos más "difíciles" cuyas composiciones pueden ser vistas como más artísticas que el rock".
"Así que con alguien que considera al rock más placentero y bello que a la música clásica, esperaríamos ver una mayor actividad en esta región particular del cerebro cuando escucha a Van Halen que cuando escucha a Wagner" dice el neurobiólogo.
"Pero ahora podríamos argumentar que sólo las creaciones cuya experiencia está correlacionada con la actividad en la corteza prefrontal orbital deberían quedar clasificadas como arte hermoso", señala el investigador.
El científico planea ahora investigar cómo y hasta qué punto la belleza está determinada por la crianza y la cultura.
Los investigadores de la Universidad de Londres (UCL) descubrieron que cuando experimentamos algo bello, como una pintura o una pieza musical, se "enciende" una región específica en el cerebro, la corteza orbitofrontal medial.
Esto muestra, dice el estudio publicado en la revista PLoS One (Biblioteca Pública de Ciencia), que la única característica que comparten todas las obras de arte, cualquiera que sea su naturaleza, es que son capaces de producir actividad en esa región del cerebro.
El profesor Semir Zeki y su equipo del Laboratorio Wellcome de Neurobiología de la UCL deseaban descubrir cuáles son las similitudes entre lo que es considerado bello por los seres humanos.
Se sabe que lo que una cultura percibe como hermoso o feo varía drásticamente de lo que es considerado bello o poco atractivo en otras culturas y sociedades.
Y aún entre una misma cultura, una persona elige algo distinto de otra cuando se trata de decidir qué es hemoso.
Hasta ahora, sin embargo, nadie había logrado comprobar si realmente la belleza es algo tan subjetivo.
"El asunto de si existen ciertas características que hagan a los objetos hermosos ha sido debatido durante miles de años tanto por artistas como filósofos, pero no se ha logrado establecer una conclusión adecuada" dice el profesor Zeki.
"También se ha debatido la cuestión de si los humanos contamos con un sentido abstracto de la belleza, es decir, un sentido que estimule en nosotros una misma experiencia emocional poderosa, independientemente de cuál sea la fuente, por ejemplo, una obra musical o visual".
"Pensamos que ya es tiempo de que la neurobiología resuelva estas cuestiones fundamentales" agrega.
Neuroestética
El científico ha estado estudiando en los últimos 10 años un nuevo campo en la neurociencia: la llamada neuroestética, que busca las bases biológicas y neurales de la creatividad, la belleza y el amor.
La idea, dice el investigador, es juntar a la ciencia, el arte y la filosofía para responder a cuestiones fundamentales de lo que es ser humano.
En el nuevo estudio participaron 21 voluntarios, todos de distintas culturas y orígenes étnicos, a los cuales se les presentaron una serie de pinturas y piezas musicales.
Los individuos debían clasificar a cada obra como hermosa, indiferente o fea.
Posteriormente se les presentaron esas mismas pinturas o piezas musicales mientras eran sometidos a un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (fMRI) para medir la actividad en su cerebro.
Los resultados mostraron que una región en la parte delantera del cerebro, llamada corteza orbitofrontal medial, se activaba más cuando los individuos escuchaban una pieza de música o miraban una pintura que habían clasificado previamente como hermosa.
Por el contrario, ninguna región del cerebro se activaba cuando se les presentaba una obra que habían calificado de fea.
La corteza orbitofrontal medial, explican los científicos, forma parte del centro de placer y recompensa en el cerebro, y estudios en el pasado ya la habían asociado con la apreciación de la belleza.
Sin embargo, dice el profesor Zeki, ésta es la primera vez que la ciencia es capaz de demostrar que la misma zona del cerebro se activa tanto con la percepción visual como la auditiva de la belleza en un mismo individuo.
"Esto implica que la belleza realmente existe como un concepto abstracto en el cerebro" afirman los autores.
Arte "bello"
"Cerebro"
Otro resultado interesante que encontraron los científicos fue que la percepción visual de la belleza parece tener un efecto especial en el cerebro.
Cuando los participantes experimentaban la belleza en una pintura se incrementaba también la actividad en otra región del cerebro, el núcleo caudado, que se encuentra cerca del centro del cerebro.
Esta zona ha sido previamente asociada al amor romántico, lo cual, dicen los científicos, "sugiere una correlación neural entre la belleza y el amor".
Otro problema, dice el profesor Zeki, es que "casi cualquier cosa puede ser considerada arte, pero no todo el arte es hermoso".
"Por ejemplo una pintura de Francis Bacon puede tener un gran mérito artístico pero no calificaría como hermosa. Y lo mismo puede decirse de algunos de los compositores clásicos más "difíciles" cuyas composiciones pueden ser vistas como más artísticas que el rock".
"Así que con alguien que considera al rock más placentero y bello que a la música clásica, esperaríamos ver una mayor actividad en esta región particular del cerebro cuando escucha a Van Halen que cuando escucha a Wagner" dice el neurobiólogo.
"Pero ahora podríamos argumentar que sólo las creaciones cuya experiencia está correlacionada con la actividad en la corteza prefrontal orbital deberían quedar clasificadas como arte hermoso", señala el investigador.
El científico planea ahora investigar cómo y hasta qué punto la belleza está determinada por la crianza y la cultura.
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